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No son pocos los estudiosos del arte que sitúan a los Impresionistas franceses como los pioneros del arte moderno, e incluso se ha llegado a plantear que con ellos es que realmente empiezan las vanguardias artísticas del siglo XX, aunque el grupo haya surgido en los últimos años del XIX.
Sin duda son los Impresionistas, los primeros artistas que van a aportar al arte de finales del siglo XIX y principio del XX, una propuesta iconográfica nunca antes manifiesta en su historia. La fotografía va ocupando el espacio que va cediendo la pintura, ocupándose de los aspectos formales de imitación directa de la realidad, de este modo, ni las propuestas temáticas, ni el tratamiento del color, las formas y la luz, se manifestara en los Impresionistas, como en los cuadros de los pintores de las escuelas tradicionales o académicas, donde el aspecto artesanal alcanza una elevada notoriedad en función de lo descriptivo en la imitación formal de la realidad física.
Los impresionistas además, emplean un método de ejecución de la obra que dista del utilizado por los anteriores pintores. En aras de buscar la plasmación de la luz natural en el objeto y sus paisajes, los Impresionistas pintan al aire libre; las plazas, los parques y las esquinas del París de esa época, sustituyen a los oscuros estudios y buhardillas de antaño, que había sido el escenario más representativo y común de los pintores hasta ese momento.
Los Orígenes:
El movimiento Impresionista surge en Francia en los años 60 del siglo XIX y tuvo una enorme repercusión en todo el arte occidental en los cincuenta años siguientes. Influenciados por las estampas orientales de la época, los Impresionistas abordan sus composiciones, así como el uso limpio y luminoso del color en la visión de sus obras. La gráfica empieza a emerger con un sentido industrial, lo cual facilita la multiplicación seriada de imágenes de aquellos países más exóticos para Europa, como Japón, la polinesia y China. El nombre fue acuñado de forma burlona por un crítico presente en la primera exposición celebrada en el año 1874 en París. A esta primera exposición se le suman otras siete, siendo la última en 1886.
Los principales exponentes y artistas más representativos de este movimiento son:
Paul Cezanne (1839 – 1906)
Edgar Degas (1834 – 1917)
Claude Oscar Monet (1840 – 1926)
Camille Pissarro (1830 – 1903)
Pierre Auguste Renoir (1841 – 1919)
Alfred Sisley (1839 - 1899)
Un artista que se une y comparte las posturas anti-académicas de los impresionistas es, Edouard Manet (1832 – 1833) aunque nunca participó en las exposiciones del grupo por considerar que su obra no respondía a la nueva propuesta formal. Pintor de línea realista, recrea una obra de marcado interés por las formas y el dibujo, donde no se puede apreciar las soluciones de tipo luminosa y cromática que utilizaban sus colegas franceses.
Todos estos pintores son muy diferentes unos de otros en muchos aspectos, pero les unía una misma rebelión contra las normas académicas que impedían describir su entorno con espontaneidad y frescura y captar la “impresión” de lo que el ojo humano ve en un momento determinado, en lugar de hacer un registro minucioso de lo que se tiene delante.
Su tema o género favorito era el paisaje, por considerarlo un escenario insuperable, donde dejar plasmada su propuesta pictórica de gran luminosidad e impronta, aunque también trataron otros muchos, como retratos y bodegones, prefiriendo aquellos que reflejaban la vida cotidiana en especial aquella que testimoniaba la vida bohemia del parís de la época.
Los comienzos de los impresionistas no tuvieron una aceptación plena por parte del público y la crítica, para muchos observadores sus pinceladas vigorosas parecían descuidadas e inacabadas, así como el tratamiento cromático utilizado en las obras, el cual se consideraba ejecutado con colores “chillones” e irreales. Tanto para los medios artísticos, como para la visión de críticos conservadores, esta fue la actitud y opinión dominante durante mucho tiempo. Comenzando a tener un éxito razonable en el ultimo cuarto del siglo XIX.
La influencia del movimiento se extiende a países tales como: Inglaterra, Estados Unidos, Australia, Alemania etc. Aunque fueron pocos los artistas que se adscribieron a este movimiento, aunque su influencia provocó, la liberación de las pinceladas, las claridades de las paletas y el interés por captar en los lienzos la impronta de los motivos cotidianos.
En España, aunque a ninguno de ellos se le puede adscribir de manera plena a la estética Impresionista, se suele citar a Ramón Casas (1866 – 1932) y Santiago Rusiñol (1861 – 1931), que vivieron la bohemia de Montmartre en París, a partir de 1900, pero que evolucionaron desde un “Impresionismo gríseo”, especialmente Casas, hacia el Modernismo; también a los paisajistas Joaquín Mir (1873 – 1940) y Aureliano De Beruete (1845 – 1912) que llegaron a planteamientos cercanos a los de los Impresionistas franceses, espontáneamente, el primero, y por vinculación a la tradición española de la pincelada libre (Velázquez, Goya), el segundo. Solo al gran Joaquín Sorolla (1863 – 1923), es al que con más insistencia se suele calificar de Impresionista pero tanto la ejecución alargada de su pincelada, siempre respetuosa con la forma del objeto y que nada tiene que ver con esa visión interpretada de fragmentación cromático-luminosa que vemos en las obras de los franceses, como el acercamiento cromático naturalista que éste utiliza en sus obras, le hacen diferente. Sin embargo por la importancia que el valenciano concede a la luz en las imágenes en sus obras, bien podría ser calificado más como un "Luminista" con cierta invocación naturalista en su lenguaje plástico.
El Post-Impresionismo:
Los Orígenes:
En el periodo comprendido entre 1880 a 1905 surge como reacción a los preceptos Impresionistas un reducido grupo de artistas en los que se encuentran como principales figuras, Paul Cezanne (1839 – 1906), Eugene Henri Paul Gauguin (1848 – 1903) y Vicent Van Gogh (1853 – 1890). El crítico, pintor y diseñador británico, Roger Fry (1866 – 1934) acuñó el término al incluirlo en el título de la exposición “Manet y los Post-Impresionistas”, que organizo en las galerías Grafton de Londres de 1910 al 1911, donde participa la obra de estos tres artistas.
La respuesta que cada uno de ellos da al Impresionismo es diferente: Cezanne, que deseaba “hacer del Impresionismo algo sólido y duradero, como el arte de los museos”, estaba preocupado por la estructura pictórica, concepto que lo sitúa como padre del Cubismo. Gauguin renuncia “al abominable error del naturalismo” para explorar el uso simbólico del color y de la línea, aspecto inspirador para los pintores Fauvistas y Van Gogh, con su desinhibida intensidad emocional, dio origen al expresionismo.
George Seurat (1859 – 1891), figura de similar importancia se concentro en un análisis del color más científico, plasmando en sus obras, grandes masas de color fragmentadas en pequeñas pinceladas que se muestran como puntos cromáticos que estructuran la forma de los objetos (Puntillismo).
El giro principal del Post-Imprsionismo fue el abandono del naturalismo Impresionista hacia los movimientos de las Vanguardias (como el Fauvismo y el Cubismo), que revolucionaron el arte europeo en la década anterior a la primera guerra mundial y que tienen en las figuras de Cezanne, Gauguin y Van Gogh sus máximos exponentes.
Toulouse Lautrec. Una individualidad fascinante…
No podríamos concluir este capitulo, sin hablar de una de las figuras más importantes de este periodo, que aun manteniéndose hostil a toda teoría que pudiera vincularlo con las tendencias Impresionista y/o Post Impresionistas, comparte espacio y tiempo con ellos, me refiero a Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Monfa (1864-1901). Al cual los críticos e historiadores del Arte lo reconocen como un Neo Impresionista.
En el siglo XIX los matrimonios de la nobleza normalmente se realizaban entre parientes para evitar las divisiones territoriales y la merma de sus posesiones. Éste es el caso de los padres del artista, su padre el Conde D. Alphonse de Toulouse-Lautrec-Monfa y la Condesa Adèle Tapié de Celeyran, que eran primos en primer grado. Henri fue el primogénito de la familia. Cuando tenía cuatro años, nació su hermano Richard-Constantine, que falleció un año después.
La incompatibilidad de caracteres de ambos cónyuges motivó su separación en 1868 y Henri quedó al cuidado de su madre.
Su infancia fue feliz hasta que como consecuencia de la consanguinidad de sus padres, Toulouse-Lautrec padeció una enfermedad que afectaba al desarrollo de los huesos llamada picnodisostosis y que se le empezó a manifestar con 10 años. Su constitución ósea era débil y entre mayo de 1878 y agosto de 1879 sufrió dos fracturas en los fémures de ambas piernas que le impidieron crecer más, alcanzando una altura de 1'52 m. Fueron muchos los remedios que se emplearon para su posible cura, desde la aplicación de descargas eléctricas, hasta poniéndole gran cantidad de plomo en sus pies, pero todas resultaron infructíferas, convirtiendo a Henri Toulouse-Lautrec en un hombre desproporcionado y deforme, motivo – que algunos historiadores señalan – como la causa principal de su infelicidad, carácter áspero y comportamiento sarcástico y poco amable.
Como anécdota podemos decir que su primer cuadro lo pinta con 13 años llamado Artilleros a caballo. Tres años después realiza su primer autorretrato en donde se pinta sentado y no refleja sus piernas.
Santo Job de Léon Bonnat (1880). Museo del Louvre. Paris. |
El joven Toulouse-Lautrec participa en la división que afectará a los Impresionistas en aquellos momentos, alineándose con la pintura de Degas y su temática más urbana para alejarse de los paisajes que interpretaban Monet, Pizarro o rendir. El arte de vanguardia también le atrae de manera puntual, probando con el Puntillismo, que no llega a convencerle. Sentirá una especial atracción hacia la pintura de Jean-Louis Forain, (1852 – 1931) y sus escenas de camerinos, prostitutas, cafés o artistas.
En su obra las escenas del mundo nocturno y los retratos casi caricaturescos de los personajes de la noche serán sus temáticas favoritas. Las influencias más notorias son la pintura de Degas, Whistler, la estampa japonesa y Paolo Ucello, creando un estilo personal y fácilmente identificable.
La relación del pintor con el cabaret "Moulin Rouge" será especial al convertirse en uno de sus mejores clientes e interpretar con suma precisión la "fauna nocturna" que se daba cita en el local con todo su elenco de estrellas: La Goulue, Jane Avril, Valentin le Desossé, Cha-U-Kao o Yvette Guilbert.
El local adquirió el lienzo “Al circo Fernando” (en imagen) para decorar el hall de entrada y fue Lautrec quien diseñó el cartel publicitario del cabaret, sirviendo el vestíbulo del Moulin en numerosas ocasiones como sala de exposiciones para el artista.
En 1897 sufre un ataque de delírium trémens, que le lleva a disparar con un revólver contra imaginarias arañas. Las crisis alcohólicas se suceden desde entonces y lo llevarán a ser internado para someterse a un proceso de desintoxicación. En esta etapa el artista realiza una serie de litografías de gran belleza y expresividad, relacionadas con la vida en el circo
Como valoración general de su obra podemos decir que esta se caracteriza por un sentido “fotográfico” en la forma de “encuadrar” a sus composiciones, lo cual expresa una gran espontaneidad y capacidad para captar el movimiento en las escenas y también en las expresiones de sus personajes, lo cual le era posible gracias a su gran destreza con el dibujo que le permitía realizar estos aspectos de impronta y captación del instante, convirtiéndose en un pintor muy singular no solo por este significativo aspecto, sino también por el tratamiento interrumpido y dinámico de sus pinceladas y la luminosidad de su paleta.
Igual que al resto de los Impresionistas y Post Impresionistas, la influencia del arte japonés, es algo común a todos y en el caso de Lautrec, esta se manifiesta en las líneas compositivas diagonales y el corte repentino de las figuras por los bordes, lo cual se manifiesta con total evidencia en sus obras graficas, Su inicial obra se vio influida por los impresionistas y sobre todo, por la figura de Degas, de quien siguió la temática urbana alejándose de los paisajes que interpretaban Monet o Renoir.
En sus ultimas obras, vemos como la frescura y la ligereza de los trazos, que le habían caracterizado siempre, se convierte en pesadez visual y tristeza, la pincelada en estas obras se hace mas compacta y espesa, y el color se oscurece como presagiando su pronto final.
El 15 de agosto, en Arcachon, sufre un derrame cerebral que le deja medio cuerpo paralizado. Su madre decide llevarle al castillo de Malromé, cerca de Burdeos, donde ella habita, falleciendo Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Monfa en ese lugar el 9 de septiembre de 1901 a las dos y cuarto de la madrugada.
A pesar de su corta carrera, nada le impidió alzarse como un referente muy importante para movimientos posteriores como el Modernismo o Art Nouveau y el Expresionismo Francés o Fauvismo como también se le denomina.
Me gusta pensar que ha sido Toulouse Lautrec, el artista francés de finales del siglo XIX, que con más elegancia, refinamiento y belleza, ha sabido pintar los oscuros y lujuriosos ambientes del Moumatre de la “Belle Epoque”.
Hasta la próxima entrega.
Amaury Suárez